Marcos (se preserva su verdadera identidad por razones de seguridad) volvía a su casa, ubicada en el barrio El Rincón de la localidad de La Plata, por una de las calles principales. Al intentar doblar en una esquina, esquivó a un patrullero que circulaba por esa calle. Para evitar un choque, el joven siguió en la misma dirección por donde venía. En ese momento comenzó lo que Rogelio, su padre, en diálogo con La Izquierda Diario, definió como “algo sin sentido”.
El patrullero comenzó a seguir a Marcos y los policías le ordenaron que se detuviera. Lo pusieron contra el patrullero, mientras le revisaron la mochila que traía. Al ver la bicicleta, también la miraron en detalle. “Los oficiales le dijeron que la bicicleta era robada, que se la tenían que llevar, le dijeron que la numeración está limada”, relató Rogelio.
Los oficiales, que nunca se identificaron, no dejaron de hostigarlo mientras seguían revisando sus cosas. Marcos quiso llamar a su papá, pero no se lo permitieron. “La bicicleta la vamos a llevar y la vamos a dar como “hallada”, le dijeron los policías al joven. Así, cargaron la bicicleta en el patrullero, le sacaron foto al DNI de Marcos y le indicaron que al otro día la buscara en la comisaría, sin especificar cuál dependencia. Y se fueron.
Marcos llegó a su casa y le contó lo sucedido a su padre. Rogelio sabe que antes de proceder en la vía pública los policías tienen que dar aviso de aquella situación que consideren sospechosa y sus superiores deciden cómo actuar. Pero estos oficiales no habían avisado nada.
Rogelio fue a la comisaría de Villa Elisa, luego a la ubicada en City Bell. Nadie sabía nada. Quien lo atendió le sugirió ir al Comando de Centenario en Villa Elisa, ya que desde esa dependencia patrullan el barrio por las noches. En el Comando le informaron que allí no tomaban denuncias.
Rogelio les pidió explicaciones sobre cómo proceder. “Me estaban boludeando”, afirmó indignado. De allí lo derivaron a Asuntos Internos para “sacárselo de encima”. Fue con su hijo y allí le dieron un papel con un correo electrónico y un número de teléfono para, al día siguiente, hacer la denuncia.
Al otro día, realizó la denuncia de forma telefónica; del otro lado le pidieron los datos personales, pero en ningún momento preguntaron las características de la bicicleta. Le aclararon que sólo era una denuncia administrativa y que, para realizar la denuncia penal, debía ir a la fiscalía. En la fiscalía, uno de los oficiales de la puerta le informó que las denuncias se hacían por correo electrónico por el Covid.
“Me puse a pensar, si los enfermeros y médicos se disfrazaron y atendieron cuerpo a cuerpo en medio de la pandemia, ¿un fiscal no va a poder tomar la denuncia a dos metros de distancia en una oficina?”, reflexionó el padre, entre bronca y sorpresa por lo que estaba padeciendo.
Luego de mandar el correo electrónico, recibe el número de registro de la denuncia. “A la brevedad le estarán informando cómo sigue el trámite”. Hasta el día de hoy sigue sin respuestas, solo tiene la certeza que los policías le robaron la bicicleta a su hijo, su herramienta para ir al colegio y trabajar junto a su padre.
“Se lavaron las manos en mi cara, cómo le van a preguntar de qué color es el patrullero, si son todos iguales. Mi hijo no vio nada si lo encandilaron con la luz y lo pusieron contra el capot. Acá hay mucha persecución policial, todas las entradas de la ciudad están llenas de policías y encima entre ellos se cubren”, definió Rogelio. |